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EL MIEDO A IRSE: Las elecciones y la necesidad de evitar colaborar con la salida por el desastre

“… sino la promulgo soy prorroguista y si la promulgo estoy atentando contra la salud”

Jeanine Añez


La injerencia de Arturo Murillo dando públicamente indicaciones a J. Añez va siendo mostrada y satirizada como la evidencia gráfica de quién es el que realmente gobierna en el país, sin embargo, más allá de ese hecho (que no es meramente anecdótico) lo que se hace central es indagar respecto de qué es lo que -en el mismo acto- se nos fue diciendo acerca de las elecciones, pues -para decirlo en pocas palabras- nos aclararon que, como Poder Ejecutivo, no pretenden llevar a cabo los comicios.


En el país nos deberíamos preocupar porque será la primera vez que nos toque ir –al menos desde la recuperación de la democracia- a unas elecciones con el Ejecutivo en contra del mismo proceso (ya Banzer –como dictador- se encontraba en esta postura y de ahí que se las ingenió para montar un gran fraude electoral con Pereda). Esto hace que las elecciones en Bolivia tengan un grado de vulnerabilidad inédito. Vulnerabilidad porque nos encontramos en un escenario polarizado que, al mismo tiempo, está permitiendo que aparezcan posturas que quieren alimentar una “salida por el desastre”. En un extremo, tenemos a un sector ortodoxo que denuncia que vamos jugando entre una izquierda “burguesa” y la élite tradicional boliviana que se disputan el gobierno, es decir, la exigencia de las elecciones es vista como un simple enfrentamiento entre sectores -sin una aparente utilidad real para distencionar el escenario político del país- ahora bien, es obvio que las elecciones no son una fórmula mágica que solucione cualquier situación, sin embargo, en el contexto específico que vive el país se necesita un gobierno legítimo que tenga (por esa legitimidad) las condiciones de tomar decisiones estructurales que son urgentes (estructurales en educación, en economía, etc.) y la legitimidad es la que emergerá de la votación (obviamente las elecciones no son la única fuente de legitimidad, sin embargo, la legitimidad que se necesita hoy es la que viene de la jornada electoral)


Lo que el gobierno de Añez muestra es un gran temor a la jornada electoral. Jornada en la que no tienen opciones reales de éxito y donde el favorito es precisamente el frente al que derrocaron en una jornada oscura de Golpe de Estado. Evento que está muy lejos de representar una derrota histórica del Movimiento al Socialismo (MAS), pues la tendencia electoral en Bolivia es aún muy clara. De ahí que, en estas circunstancias, el Ejecutivo no tiene otra opción (a modo de estrategia de sobrevivencia) que prorrogarse postergando y postergando las elecciones nacionales. Esto tiene, como primera consecuencia, el alejamiento progresivo de sus mismos aliados que, de modo muy entusiasta, se acercaron en un primer momento y que ahora van denunciando esa suerte de juego de postergación –al infinito- de las elecciones. Es, en esta línea, que lo que en el mes de junio viviremos es la continuidad de esta serie de reclamos y distanciamiento de futuros ex aliados que tienen sus propios intereses, también electorales. El grueso de actores (los que están cerca de Añez) tomarán decisiones en función de reconocer lo útil o no de ese acercamiento. Es dentro este cálculo que ya más de uno va reconociendo lo tóxico que es tener una relación con el actual Ejecutivo (en este nivel -y entre estos actores- las alianzas son meramente instrumentales).


Es dentro este escenario que el gobierno vive un proceso de encierro y enclaustramiento que hace que miren todo con un nivel de desconfianza y susceptibilidad inéditos. ¿Qué provocó todo esto?; el modo como tomaron el gobierno pero, sobre todo, el modo cómo lo condujeron (la cantidad inédita de casos de corrupción en un tiempo record que involucran autoridades de alto rango) hace que para ellos sea muy difícil (por no decir imposible) “soltar el poder”. Las elecciones corren riesgo porque quien está en el gobierno no puede darse el lujo de permitirlo. De ahí que el escenario electoral boliviano se lo vaya a vivir en un acuerdo entre quienes competirán con posibilidades y un gobierno dispuesto a boicotearlo llamando, en primer lugar, al “cuidado de la salud” pero, además, viendo todo recurso que pueda tener a la mano para anular, invalidar y/o seguir postergando la jornada que –de tener éxito- significará el inicio de los procesos judiciales que, en el fondo, es lo único que ahora buscarán impedir. En síntesis, los que están en el gobierno son presos de ese lugar que ocupan y que ahora no pueden dejar. Se trata del miedo a irse. Miedo que, al mismo tiempo, los hace cada vez más peligrosos.


Para hacer aún más simbólico el escenario electoral boliviano es muy probable que lleguemos a la jornada con una ley que esté promulgada por la cabeza del Poder Legislativo. La negativa del Ejecutivo está provocando esta posibilidad real que sería otra situación inédita en nuestra historia. Algo gráfico de la seguidilla de alejamientos de aliados del gobierno se lo ve en las declaraciones de Luis Vásquez (un acérrimo enemigo del MAS y colaborador en la misma jornada del Golpe) quien sentencia acerca del gobierno que apoyó en su momento; “veo a Murillo con mucha preocupación, ningún boliviano en la democracia ha logrado reunir a tantos Organismos Internacionales en contra del gobierno boliviano”. A lo que acota que, en esta ocasión; “ni Estados Unidos les salvará de la cárcel”. En el fondo esta es la preocupación personal del grueso de las autoridades que tomaron el gobierno a modo de asalto. Cosa que es, cada día, menos sencillo de justificar.

 

Destiempos publica la presente columna de opinión respetando que el autor no quiere hacer público su nombre por los momentos de persecución política y violación a los derechos humanos que se vive en Bolivia.

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