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El racismo como esquizofrenia, el caso del Viceministro de Educación

#Columna | Rubén Gutiérrez Carrillo

¿sabrá que el Estado colonial ha negado sistemáticamente el derecho a la educación a los indígenas de este país y que este derecho ha sido ganado con una revolución?

En los últimos días nos topamos con un mensaje publicado en redes sociales, de un viceministro del Ministerio de Educación, en el que se mofa del pedido de reinicio de clases que plantearon algunas autoridades indígenas. Literalmente dice: “Y la democracia sigue haciendo milagros. Ahora resulta que los ponchos rojos quieren estudiar. Milagro! (emoticón de carcajada)”. Inmediatamente, ésta publicación fue ampliamente criticada y tuvo que ser eliminada por su autor, quién escribió una supuesta disculpa, enredándose más en sus prejuicios: “Quise hacer una sátira en el sentido de que en 14 años jamás se reclamó por salud y mucho menos por educación y ahora se victimizan tratando de crear caos y desorden en esta crisis sanitaria”.


Uno de los prejuicios más profundos de los operadores del gobierno de Añez es la creencia de que su “democracia” se debe establecer sobre la base de la exclusión de todo lo que representa el masismo, aunque esto involucre excluir a más de dos tercios del país. Estos grupos construyeron su identidad en la oposición al MAS, defendiendo los símbolos y a los sectores sociales contrarios al mismo. En los hechos, terminaron defendiendo y fortaleciendo a los sectores más conservadores y oligárquicos del país; eso define la composición social del actual régimen que gobierna Bolivia, de ahí proviene la gente que siendo autoridad de Estado puede terminar insultando a los Ponchos Rojos que reclaman por la atención de la educación de sus hijos.


El hecho de confundir una demanda legitima como el pedir que reinicien las actividades escolares, asumiendo a ésta como una provocación de un adversario político, es la muestra de la pérdida de orientación que viven los operadores del gobierno de Añez. Si su interpretación de las cosas parte de la convicción de que deben gobernar contra todo lo que parezca masismo, esto los ubica siempre a la defensiva, en un estado parecido a la esquizofrenia, donde se ven enfrentados a imágenes que no existen y todo lo que les rodea se convierte en un potencial peligro que busca hacerles daño.


Cuando los padres de familia de los colegios privados desafían al Ministro de Educación, desde el personal de su Ministerio no existe reacción, pero cuando son los maestros quienes entran en huelga por despidos injustificados, los padres de familia de las escuelas fiscales de El Alto son quienes cuestionan o son los Ponchos Rojos quienes levantan la voz para demandar ser atendidos, salen los escuderos del Ministro Cardenas a plantar cara porque se ven amenazados por el espectro masista. Aunque las demandas sean legitimas y justas, estas no pueden ser toleradas porque son de “gente que jamás reclamó por educación durante 14 años y ahora se victimizan tratando de crear caos y desorden en esta pandemia”, como dice la publicación del viceministro de educación. No se les hace caso porque son un potencial peligro y son ellos mismos los culpables del rechazo por ser lo que son. Tal es el razonamiento ensimismado en el que se cae al reducir la realidad a esta esquizofrenia antimasista.


Esta conducta está teñida por algunas formas de comportamiento que produjo la casta oligárquica que gobernó Bolivia en el siglo XIX e inicios del XX, que basaban su existencia en el rechazo y desprecio hacia los indios, a quienes culpabilizaban de la exclusión y explotación que sufrían los mismos indios, por ser indios, y hasta los culpaban de los grandes fracasos de la casta oligárquica que gobernaba, como el haber perdido el mar.


La casta oligárquica del siglo XIX e inicios del XX tenía la convicción de que el atraso de Bolivia era culpa de los indios, reproduciendo de forma torpe el darwinismo social que planteaba la falsa ideología de la superioridad del blanco europeo sobre las demás razas. Despreciaban a los indios, pero a la vez su incipiente Estado solo vivía de los impuestos que pagaban los mismos indios; en vez de asumir la realidad de la presencia indígena como hecho innegable para producir una nación, la oligarquía opto por gastar todas sus energías en someter al indio como única fuente de su riqueza, condenándose a sí mismos como casta atrofiada, sin posibilidad de desarrollo y limitada a una visión chata de su realidad que se agotaba en su hacienda y no en una visión de país (Zabaleta, 2013), de ahí que el mayor fracaso de este grupo de poder haya sido el intentar construir Bolivia, sobre la base de la negación de la mayoría de su población, lógica de comportamiento muy parecido al que desarrollan los operadores políticos del gobierno añista.


A diferencia del actual gobierno, la casta oligárquica del XIX e inicios del XX se constituyó en relación a un bloque indígena cuya experiencia de servidumbre estaba fuertemente subjetivada, de esta forma, esta casta podía ejercer su dominación a partir de la imposición de su creencia en el racismo biológico, que les permitía justificar todas las derrotas y frustraciones que como casta habían producido, como dice Zabaleta, el indio fue el chivo expiatorio de su mediocridad.


Actualmente el grupo de poder que gobierna Bolivia expresa una actualización del darwinismo social de los sectores oligárquicos clásicos del país, este conjunto de prejuicio fue construido a lo largo de los últimos años a partir de la inferiorización del sujeto indígena que ahora era gobierno, adjetivos como “ignorante”, “indio”, “analfabeto” fueron las ideas inferiorizantes que lograron instalar, imponiéndolas como parte sustancial de aquello que representa el masismo, lo que da continuidad con las creencias de la casta oligárquica y conservadora del país, siguen esa tradición; pero hay un elemento nuevo, este grupo de poder sufre también una compulsión a ver peligro donde ve masismo. Las burlas y las reacciones beligerantes excesivas contra los sectores populares del país muestran la inseguridad que sienten los operadores de Añez, manifestando un trastorno que se parece a la esquizofrenia. A diferencia del racismo colonial que se imponía sobre cuerpos serviles, acá la oligarquía actualizada, se enfrenta a cuerpos en rebeldía, lo que hace que estos sectores interpreten al masismo como un peligro, ante el cual, su respuesta es la confrontación.


En ambos casos, tanto en la oligarquía del XIX e inicios del XX y la actual, sus formas de interpretar el mundo están cargadas de fuertes creencias y prejuicios coloniales, lo que les impide acercarse a la realidad y ver las cosas de manera más objetiva, se trata de un sesgo que se basa en el racismo que los atraviesa, que por lo que vemos, hasta ahora no han podido cuestionar. Este tipo de comportamiento es una constante en todos los niveles del gobierno añista, actúan en función del desprecio al pueblo; pero esto se ha ido modificando en el último tiempo, ya que hasta hace algunos meses podían reproducir sus más profundos prejuicios de forma impune (Añez en varios discursos llamaba a destruir a los “salvajes”), apoyados por una cierta aura de legitimidad y respaldados por algunos sectores sociales, en cambio ahora, cada exceso que cometen es interpelado y condenado por la población, lo que muestra que el gobierno está debilitado y vive un desgaste profundo por los casos de corrupción, su incapacidad de atender la crisis sanitaria y su deterioro moral, inclusive Añez tuvo que destituir a su Ministro de Mineria por sus expresiones de racismo.


Es en este contexto que nos encontramos con los mensajes del viceministro de educación, quien hace gala de su antimasismo esquizofrénico, combinado con un abierto desconocimiento de la realidad social y de la historia de Bolivia. ¿Sabrá este funcionario que los ancestros de los ponchos rojos vienen peleando por lograr una educación digna desde hace más de un siglo?, ¿sabrá que el Estado colonial ha negado sistemáticamente el derecho a la educación a los indígenas de este país y que este derecho ha sido ganado con una revolución?, ¿sabrá que hasta el año 1900 no había ninguna escuela para indios y que los pocos indígenas que sabían leer y escribir aprendieron por su cuenta?, ¿sabrá que las primeras escuelas para indios se establecieron como iniciativa de los propios indígenas y que estos eran perseguidos y criminalizados por los hacendados?, ¿Sabrá que existe una larga tradición en el área rural andina que mira a la escuela como un espacio de liberación de la pobreza?, ¿sabrá que el pedido de los Ponchos Rojos de que sus hijos e hijas no pierdan el año tiene que ver con impedir que les quiten las posibilidades de superarse en el futuro?, ¿sabrá que en Bolivia existen profundas brechas de desigualdad social entre ricos y pobres y que estas se pueden acrecentar si se les quita la posibilidad de estudiar a los niños de las escuelas rurales?, ¿Sabrá que los pueblos indígenas no solo han peleado por educación estos 14 años, sino que han participado en la construcción de una ley de educación en la que se les reconozca sus derechos y en la que se sientan representados, aportando también en su implementación?


La ignorancia en su sentido positivo es el gatillador de preguntas cuando se quiere comprender la realidad, actitud que tendría que ser la base para los que se hacen cargo de la gestión de lo público. Si no conozco tengo que preguntar y para preguntar, antes que juzgar, debo dialogar con quienes hacen las demandas al Estado, si no se hace eso, ¿para qué sirve un funcionario? El ensimismamiento obtuso que demuestra el actual gobierno, retratado en el insulto “ahora resulta que los ponchos rojos quieren estudiar”, y su alto nivel de beligerancia contra todo aquello que parezca masista, sumado al olímpico desconocimiento de la historia de este país, nos trae como resultado un gobierno fallido, sin capacidad de gestión y sin capacidad de dar respuestas a las actuales necesidades que plantea las varias crisis -social, económica, sanitaria y educativa- que atravesamos. Tal parece que la casta oligárquica, ahora actualizada, vuelve a cerrarse en sus prejuicios y como en otrora, vuelve a despreciar su realidad. Si es así, como en el caso de la oligarquía que los ha precedido, su caída también será inminente.


Rubén Gutiérrez Carrillo


Referencias

Zabaleta Mercado, R. (2013). Obra Completa Tomo II: Ensayos 1975 - 1984. La Paz - Bolivia: Plural Editores.


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