Flamas voraces escapaban de las ventanas del edificio de la Estación Policial Integral del Sur cual quisieran huir del ambiente de corrupción y negligencia que impregnaban las paredes de aquella infraestructura administrativa - policial ubicada en la zona sud de Cochabamba, Bolivia. Los noticieros locales marcaban las 4 de la tarde de un 11 de noviembre de 2019 mientras cubrÃan la noticia del acontecimiento con un marcada inclinación a favor del régimen golpista que trataba de conculcar las conquistas de los sectores populares e indÃgenas de esta nación.
Vecinos y transeúntes alborotados por la confusa situación salen a las calles expectantes del confuso acontecimiento, transcurrÃa más de una hora del inicio del desmán, el fuego purificador consume los muebles y el excesivo papel oficial fruto de la burocracia estatal; cuando llega a inmediaciones un contingente verde olivo, que ante una inexistente información del equipo de inteligencia, intentan salvar y justificar el hecho con violencia arrestando personas inocentes que se encontraban en cercanÃas del lugar.
Giovanni González vecino de la zona, de 38 años de edad, en medio de una densa cortina de gas lacrimógeno es detenido en proximidades del templo de San Marcos. Es llevado al pie de una camioneta policial y golpeado con inusitada violencia por más de seis efectivos policiales sedientos de opresion; sus toletes rabiosos propagan golpes por doquier, una vertiente cálida surca el rostro de Giovanni que al contacto con sus ojos trasluce el color rojo intenso de la sangre. Con una herida de gravedad en la cabeza, los efectivos iracundos, suben a rastras la magullada humanidad de Giovanni a la parte trasera de la camioneta policial, en cuyo interior sufre aún más de la furia policial, la trilla de una bota golpista aprisiona su cabeza hasta lograr hacerle perder el conocimiento.
Después de la cacerÃa al azar, justificada como operativo, los motorizados policiales llegan a su base de operaciones: la Unidad Táctica Policial, lugar donde los uniformados vendieron su conciencia con un motÃn policial mal pagado. Los prisioneros son descargados y arrinconados en una celda improvisada con dos arcos moviles de futsal, son sometidos a torturas, se les baña en agua helada y orina en señal de la más ruin humillación. Son obligados a permanecer de rodillas y con los brazos en alto; no les permiten bajar los mismos ni sentarse, a pena de duras golpizas. Los actos de tortura continúan de esta forma fuera de la tosca jaula metálica.
Con el fin de quebrar su moral, la policÃa muestra su máxima infamia al infringir insultos y amenazas de muerte contra los arrestados. Se les restringe los contactos y llamadas. Los primeros rayos del sol acarician la esquina superior de la celda improvisada. Son las 6 de la mañana, fueron sometidos a vejámenes toda la noche, a esa hora son ordenados a volver a los pórticos metálicos.
Han pasado más de ocho horas de arresto, los presos continúan en dependencias de la UTOP, en el transcurso del segundo dÃa son sometidos nuevamente a agresiones fÃsicas, son obligados a vitorear cánticos contra el depuesto presidente Evo Morales, Son privados de alimentos, de ir al baño y comunicarse con sus familiares.
Giovanni Gonzalez, en medio de las torturas, es identificado como dirigente de la Zona Sur, y es torturado con mayor saña por los policÃas. Desde el 11 de noviembre a horas 17:00 hasta el 13 de noviembre a horas 18:00, fecha en que se realiza su audiencia han transcurrido más de 48 horas, horas que nunca acabarán para los que fueron torturados, horas ilegales que fueron utilizadas para ocultar las heridas infringidas para el regocijo perverso de los policÃas. Regocijo perverso, pero frágil al mismo tiempo, porque la exagerada violencia ejercida, es el reflejo de un odio internalizado hacia ellos mismos, a su color de piel, a sus rasgos indÃgenas que negaron falsamente al quemar la Wiphala de sus uniformes en el motÃn policial del 8 de noviembre de 2019.
Antes de ser trasladados al juzgado, los abogados de oficio en concomitancia con la policÃa asesoran mal a los detenidos, les recomiendan abstenerse a declarar. Con engaños les dicen que si hacen lo acordado, el juez les permitirá escuchar su versión.
A sol depuesto y con el frÃo acero de las esposas en las muñecas, los detenidos son llevados ante el imponente y lúgubre edificio del Juzgado, nada de lo prometido por los abogados de oficio sucede; de los dieciocho detenidos, cinco reciben detención preventiva de cuatro meses por la comisión de delitos de: Incendio y otros estragos, Destrucción de Bienes del Estado la Riqueza Nacional y Robo.
El juez decidió privar la libertad de Giovanni y cuatro personas más, sin suficientes elementos de convicción, prueba de ello es que hasta la fecha no existen avances en la investigación.
El 13 de marzo se han cumplido los cuatro meses de detención preventiva dictaminados por el juez, se ha concedido la libertad para Giovanni previa presentación de dos garantes y arraigo, sin embargo, él no ha podido salir de la cárcel de San Sebastián Varones hasta ahora, porque la primera cuarentena rÃgida en Cochabamba ha impedido realizar los trámites solicitados por el juez.
Giovanni Gonzales se ha mantenido incólume, ante las torturas y más de siete meses injustamente en prisión. Sus principios y convicciones polÃticas no han variado ni un milÃmetro y es un ejemplo de fortaleza en este golpe de Estado que a muchos a quitado la vida, la libertad y los derechos humanos fundamentales.
Escrito por: Daniel Soliz
Miembro del Comité de Apoyo a los Presos PolÃticos Cbba
Ex dirigente universitario